Al hablar de “socioeconomía de la caza”, nos referimos a los condicionantes emocionales, éticos, culturales y educativos que determinarían el funcionamiento y los parámetros económicos de la actividad de la caza en el Estado español.
Y si existe un sujeto activo que interviene de forma directa en la socioeconomía de la caza, este es el cazador. Según González Arenas (1), el cazador “...que con su acción desencadena toda una serie de circunstancias ambientales, sociológicas y económicas, es en gran medida un gran desconocido. (…) ... existen tantos tipos de cazadores como modalidades de caza se ejercitan. Y así entre un cazador que participa en una montería y un cazador que caza la perdiz roja con reclamo, y entre este y un cazador que practica la caza al salto hay apenas dos o tres circunstancias comunes: que todos practican la acción de cazar sobre unos animales y que para ello se valen de armas de fuego, todo lo demás es tan mutable como el tiempo”. (1).
No existen muchos estudios a escala nacional que identifiquen con claridad el perfil, o más bien los perfiles sociológicos, en los que cabría encuadrar a los distintos tipos de cazadores españoles. No obstante sí cabe señalar, según los estudios de González Arenas (1) —los cuales se circunscriben a la tipología existente en la provincia de Córdoba—, que por lo general se encuentran diferencias significativas entre dos grandes tipos de cazadores: los que orientan preferentemente su actividad a la caza mayor y aquellos que se dedican a la caza menor.
Se resumen a continuación algunas de las conclusiones de González Arenas (1) más útiles a la hora de identificar los perfiles más representativos de los cazadores cordobeses (los cuales no deben diferir mucho de aquellos perfiles que podríamos encontrar en otros territorios similares a la provincia cordobesa, como pudieran ser todos aquellos pertenecientes a la región centro – sur peninsular (*)):
Cazadores de caza mayor:
- Comienzan su actividad venatoria en edades muy tempranas.
- Suelen haber sido iniciados en la práctica venatoria por su padre y en segundo término por amigos.
- Inician a allegados en la práctica.
- Con estudios universitarios.
- Profesiones liberales, industriales, empresarios.
- Poseedores de una o más armas.
- Mayor poder adquisitivo que los cazadores de menor.
- Pernoctan habitualmente en hoteles u hostales.
- Sus piezas preferidas suelen ser el ciervo y el jabalí.
- Sus preferencias de ocio suelen ser la caza, el deporte y la pesca.
- No consideran útil el examen del cazador.
- Consideran importantes para mejorar la caza las mejoras sanitarias, eliminar el furtivismo, el abaratamiento de costes y la eliminación de depredadores.
- Lo que más les atrae de la caza es el propio placer de cazar.
- Consideran que el principal interés de la caza es el económico.
Cazadores de caza menor:
- Comienzan su actividad venatoria en edades muy tempranas.
- Suelen haber sido iniciados en la práctica venatoria por su padre y en segundo término por amigos.
- Apenas inician a allegados en la práctica.
- Con estudios no universitarios.
- Pertenecientes al sector agrario y clases pasivas (jubilados).
- Poseedores de una sola arma.
- Menor poder adquisitivo que los cazadores de mayor.
- Pernoctan habitualmente en casas de amigos, familiares o cortijos.
- Sus piezas preferidas suelen ser la perdiz, el conejo y la liebre.
- Sus preferencias de ocio son la caza, el deporte y los amigos.
- Consideran sólo relativamente útil el examen del cazador.
- Consideran importantes para mejorar la caza las mejoras sanitarias, eliminar el furtivismo, el abaratamiento de costes y la eliminación de depredadores.
- Lo que más les atrae de la caza es el propio placer de cazar.
- Consideran que el principal interés de la caza es el social.
Otro objeto de consideración al respecto del análisis de la socioeconomía de la caza son las sociedades de cazadores.
Según Trueba (3), el porcentaje de cazadores españoles que se encuentran integrados en sociedades de cazadores es del 28,67 %. Para González Arenas (1):
- Es en la década de los años setenta cuando se experimenta un fuerte crecimiento en la creación de estas organizaciones de cazadores, alcanzándose el techo durante los ochenta, y existiendo en los noventa una pequeña actividad de formación de nuevas sociedades de cazadores.
- Las sociedades de cazadores aglutinan a la mayor parte de los cazadores del municipio en que están enclavadas.
- Para estas entidades la actividad o circunstancia que más perjudica a la caza es la agricultura, seguida de la presencia de especies protegidas (denominadas por ellos “alimañas”).
- Suelen incentivar la eliminación de estas especies competidoras, incluso las protegidas. Además, en este aspecto, normalmente la sociedad no suele imponer ningún tipo de sanción y cuando lo hace es de manera muy escasa, lo que habida cuenta de la amplitud y heterogeneidad del colectivo de cazadores hace pensar en la laxitud de las sociedades para hacer respetar la legislación cinegética, y por lo tanto en un control muy deficiente.
La tesis doctoral de González Arenas no llega a considerar, en el ámbito de la práctica de la caza menor, a los cazadores que llegan a nuestro país desde otras zonas del mundo en razón del denominado “turismo cinegético”. Según los datos de la encuesta Frontur, en el año 2009 fueron 51.736 los turistas cinegéticos extranjeros que practicaron la caza en España. El turista cinegético que acude a los cotos españoles para cazar en las modalidades de ojeos y tiradas de perdiz o bien en pos de los trofeos de caza mayor suele ser un viajero residente en otros países europeos, con un alto poder adquisitivo que le permite sufragar gastos elevados derivados de la contratación de las propias cacerías con empresas especializadas, llamadas “orgánicas” y de otros aspectos logísticos. Durante los últimos años el número de turistas cinegéticos extranjeros ha venido disminuyendo, especialmente a partir del año 2008 y debido, aparentemente, al comienzo de la crisis económica global, a la ruptura de la burbuja inmobiliaria (pues eran muchos los promotores inmobiliarios que organizaban cacerías comerciales) y al incremento de los precios de las piezas de caza hasta el advenimiento de la crisis, que hacían su captura inasequible para muchos cazadores.
En la tesis doctoral de González López, titulada “Ejercicio del poder y política medioambiental: flujos y resistencias en el mundo de la caza” (2013), se actualizan algunos datos con respecto a la de González Arenas (2000) como aquellos relativos a los gastos diferenciales entre los cazadores de mayor y menor en cuotas por asistencia a cacerías, gastos en munición, etc. Los cambios que se observan en esta actualización tienen mucho que ver con el ajuste de precios a partir de la ruptura que, para todo tipo de industrias, incluida la cinegética, supuso la entrada en crisis económica generalizada a partir de 2007. De este modo, concluye: “... la caza es una actividad mercantilizada hasta en sus más ínfimos aspectos y se inserta en el mercado asumiendo las más básicas leyes de oferta y demanda. Esto ha llevado a un abaratamiento de los precios, sobre todo, de la caza mayor, como la modalidad en la que más se aprecian los impactos de la actual crisis económica. Todo en la caza se vende y se compra, utilizándose para ello las técnicas publicitarias usadas de manera habitual para todo tipo de productos. Y podemos concluir también que, si bien es una actividad relativamente costosa, no deja de ser asequible a cazadores con economías modestas incluso en el caso de la caza mayor, otrora reservada a los cazadores más pudientes y que había emergido como un modelo histórico aristocrático actualizado dentro de las modalidades de ecoturismo de lujo surgidas en los últimos años, asociadas a iniciativas privadas o de carácter empresarial” (4).
En definitiva, González López identifica al sector cinegético como uno de los principales responsables de un proceso de mercantilización de la naturaleza que además es “alentado desde los poderes públicos” (4).
(Notas):
(*) Para justificar este grado de semejanza entre los perfiles del cazador cordobés y los de aquellos que practican la actividad en el centro peninsular, nos remitimos a la siguiente cita de López – Ontiveros en su publicación “Caza, actividad agraria y Geografía en España”: “ ...los espacios hispánicos más idóneos para la caza mayor y menor corresponden a la montaña media de la mitad sur - peninsular – especialmente Montes de Toledo y Sierra Morena – sus piedemontes y sus zonas de contacto con las zonas abiertas cerealistas y las dehesas. Lo cual a su vez se explica para la caza mayor por la idoneidad alimentaria y como guarida de dicha montaña a causa de la alternancia en ella de “claros” y “manchas” impenetrables y por una similar idoneidad de los contactos entre sierras y llanuras para la perdiz roja...” (2).
(1) González Arenas, J., 2000. La caza en Córdoba. Caracterización ambiental, económica y social de su gestión de desarrollo. Tesis doctoral.
(2) López Ontiveros, A., 1999. Caza, actividad agraria y geografía en España. Documents D'anàlisi geogràfica, 24. pp 111 – 130.
(3) Trueba, P., 1996. La caza y el deporte. En: La caza en Andalucía y su problemática. II Congreso de la Caza en Andalucía. Federación Andaluza de Caza. Archidona (Málaga), p. 159-206.
(4) González López, Antonio. 2013. Tesis doctoral. “Ejercicio del poder y política medioambiental: flujos y resistencias en el mundo de la caza”.
(Ecologistas en acción)
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