Paul Laverty: "Hemos pasado de defender nuestros derechos a depender de la caridad"

Guionista

Nacido en Calcuta en 1957, en los años 80 estuvo trabajando en Centroamérica para organizaciones de derechos humanos. Fruto de aquella experiencia escribió su primer guion, «La canción de Carla», que fue dirigido por Ken Loach. Desde entonces ambos han colaborado en otras diez películas, la última de las cuales, «Yo, Daniel Blake» llega ahora a los cines tras haber ganado la Palma de Oro en Cannes

Escribir un guion con Ken Loach es como escalar una montaña: nunca sabes qué te vas a encontrar arriba. Su curiosidad, pese a tener 80 años, se mantiene intacta

A los Bancos de Alimentos ya no acuden solo personas que viven de la asistencia social sino trabajadores que sobreviven en precario con un contrato basura

¿Qué buscan quienes definen nuestras películas como cine social? Muy simple: condenarnos a la invisibilidad, sacarnos de los canales de distribución habitual

“Yo, Daniel Blake” muestra la capacidad de resistencia de un individuo en una época donde los sindicatos no tienen fuerza, donde hay miedo y también silencio

“Yo, Daniel Blake” narra la lucha de un veterano carpintero para lograr que se le reconozca incapacitado tras haber sufrido un infarto en el trabajo y con un diagnóstico médico desfavorable de cara a su reincorporación laboral. Pese a ello, la burocracia británica se niega a tramitar su baja definitiva instándole a llevar a cabo una búsqueda activa de empleo si quiere tener acceso a prestaciones sociales. En el camino conocerá a una joven madre sin recursos que, buscando un hogar para ella y sus dos hijos, ha sido transferida de Londres a Newcastle por los servicios sociales sin brindarle ningún otro apoyo.

- Cuando uno ve un filme dirigido por Ken Loach y escrito por Paul Laverty no tiene muy claro dónde comienza y dónde termina la responsabilidad de cada quien. Ambos forman una especie de simbiosis. ¿Cómo desarrollan el trabajo conjunto?

- Me gusta que emplees la palabra simbiosis porque, efectivamente, nuestra manera de trabajar es muy orgánica. En realidad se trata de un proceso muy sencillo que se fundamenta en una sólida amistad. Frecuentemente compartimos mails comentando noticias o artículos de prensa que nos han llamado la atención y de ese intercambio y, casi por instinto, surge el germen de una nueva historia. Pero cada película tiene un punto de partida diferente y no todos los asuntos que nos pueden llamar la atención nos llevan a desarrollar una línea argumental. En este sentido, somos muy críticos con nuestro trabajo. Dicho lo cual, lo cierto es que Ken es una persona muy generosa y escribir un guion con él es como escalar una montaña, nunca sabes qué te vas a encontrar cuando llegues arriba y eso es un aliciente. También su curiosidad que, pese a tener 80 años, se mantiene intacta, y al final para escribir un buen guion lo que necesitas es justamente eso: poner a funcionar tus inquietudes.

- El tono de «Yo, Daniel Blake» es mucho más sombrío que el de anteriores largometrajes, no sé si como reflejo de esa degradación de los servicios sociales de la que ustedes hablan en la película y que ya ha alcanzado cotas inimaginables aún en los peores momentos del thatcherismo.

- Es que el tema no es ya la degradación de los servicios sociales sino la criminalización de quienes son beneficiarios de los mismos. En Gran Bretaña la derecha política lleva años con una campaña muy fuerte intentando hacer creer a la gente que el 25% de la población que recibe alguna prestación lo hace fraudulentamente, cuando realmente las irregularidades no llegan al 1%. ¿Qué hay detrás de esa campaña? El deseo de crear un estigma sobre aquellos que están en una situación de vulnerabilidad para que, al ser atacados por las instituciones, no puedan alegar nada. Preparando el guion de la película supimos, por ejemplo, que los discapacitados en Inglaterra han sufrido seis veces más recortes que otros colectivos.

- No deja de resultar paradójico, sin embargo, que una película que apela a la acción colectiva lleve a cabo ese enaltecimiento de la singularidad de su protagonista, ya desde el mismo título. ¿Diría que los grandes cambios sociales germinan a partir de las pequeñas acciones individuales?

- Bueno, la verdad es que la película cuenta una historia muy concreta. Toda la narración está muy condensada en torno a la figura de Daniel Blake y lo que mostramos es su lucha particular contra el sistema. Por otra parte, hablar del sistema es ahondar en un concepto muy abstracto, lo que cuenta es poner rostro a todas esas personas que son víctimas de un proceso de burocratización implacable. Y Daniel Blake es una de ellas. No hemos querido hacer una película sobre los grandes movimientos sociales sino sobre un individuo en rebeldía.

- Cuando fallan las instituciones ¿los vínculos de solidaridad entre individuos se fortalecen?

- Yo diría que sí pero eso que puede sonar muy bonito y muy alentador esconde un peligro muy evidente en la medida en que hemos pasado de defender los derechos de los ciudadanos a depender de la caridad y eso nos retrotrae a tiempos victorianos. Por ejemplo a los Bancos de Alimentos ya no acuden únicamente personas que viven de la asistencia social sino trabajadores que sobreviven en precario con un contrato basura, gente cuyos ingresos no les dan para mantener a su familia.

- ¿Cree entonces que esta crisis ha consumado la laminación de lo que un día se conoció como Estado del bienestar o aún hay esperanzas para que este pueda volver a ser reactivado?

- Todo depende de la voluntad política que exista y no me refiero solo entre los gobernantes sino también entre la ciudadanía, pues somos nosotros, con nuestro voto, los que decidimos a quién queremos al frente de los gobiernos, si a personas que apuestan por recortar los apoyos a las clases más desfavorecidas o a aquellos que se comprometen en la defensa de los débiles. Dicho lo cual no soy ingenuo y sé de sobra que la clase política actual tiene un margen de maniobra muy limitado ante la fuerza de las empresas y las corporaciones. Mira el caso de Apple en Irlanda, una compañía que únicamente pagaba un 1% de impuesto de sociedades sobre sus beneficios. Ese es un ejemplo claro de connivencia entre poder económico y poder político. Con ser grave eso, lo es más aún el chantaje al que son sometidos los gobiernos por estas grandes corporaciones que si no reciben un trato fiscal a su gusto amenazan con irse a paraísos fiscales. Puestos en esa tesitura los gobiernos prefieren estar a bien con estas empresas y machacar a los pobres. Mi miedo es que una situación como esta degenere en una competencia entre países como España o Irlanda para ver cuál de ambos ofrece un escenario más ventajoso a Apple mientras que a la población se la hace creer que esto no representa ningún problema de cara a la pauperización del Estado, sino que el problema está en la inmigración.

- Pero ¿dónde localizar entonces la esperanza de regeneración?

- Es muy importante que cada quien sea capaz de desarrollar un pensamiento crítico que pueda llegar a utilizar como arma frente a los Estados para no dejarse avasallar. Es imprescindible estar informados y alerta, esa es nuestra fuerza. Una película como “Yo, Daniel Blake”, lo que muestra es justamente la capacidad de resistencia de un individuo en una época donde los servicios públicos están precarizados, donde los sindicatos no tienen fuerza, donde hay miedo y también silencio.

- ¿No tiene la sensación de que del mismo modo que hay una campaña para estigmatizar a las clases más desfavorecidas, cualquier manifestación artística que se haga en su defensa también corre el riesgo de ser menospreciada? Las películas de Ken Loach que antaño tenían mucho predicamento hoy son criticadas bajo el argumento de que se trata de un cine fuertemente ideologizado.

- Me hace mucha gracia que digan que nuestras películas son políticas obviando ese mismo adjetivo a la hora de calificar muchas producciones de Hollywood con una carga ideológica manifiesta. Yo no creo en las etiquetas pero sí tengo clara su intención. Por ejemplo ¿qué buscan quienes definen nuestros largometrajes como cine social? Muy simple: condenarnos a la invisibilidad, sacarnos de los canales de distribución habitual y convertirnos en carne de filmoteca, con todo lo que eso conlleva. Por otro lado, ¿qué hace a una película susceptible de ser catalogada como cine social? ¿estar protagonizada por un carpintero en lugar de por un agente de la CIA? El cine es cine y lo que cuenta es narrar historias interesantes.

- En este sentido intuyo que fue importante lograr la Palma de Oro en Cannes.

- Sí, y no por vanidad, sino porque de otra manera une película como “Yo, Daniel Blake” con un presupuesto tan limitado, y que cuenta una historia tan sencilla, lo tendría muy difícil para reivindicarse, para ser vista. A veces la vida te hace pequeños regalos y ganar en Cannes fue algo muy positivo de cara a lograr difusión para la película.

(Jaime Iglesias, Gara)

No hay comentarios :

Publicar un comentario