Pablo Larraín: "Más que una película sobre Neruda quisimos hacer una obra sobre lo nerudiano"

Director de cine

Nacido en Santiago de Chile en 1976, con «No» (2012) fue candidato al Óscar al mejor filme extranjero y con «El club» (2015) ganó el Premio Especial del Jurado en Berlín. En «Neruda», que se acaba de estrenar tras su paso por Zinemaldia, vuelve a confrontarse con el pasado de su país

Aquí hay elementos de cine negro, de comedia, de road movie, de western… Esa variedad de registros me permitía una aproximación no lineal al personaje

Tanto en el cine como en la vida no creo que haya nada más interesante que las paradojas. Esta es una película basada en la vinculación de ideas en aparente contradicción

Muchas personas proyectan su mirada sobre el mundo como si tan solo contase el aquí y el ahora, como si no hubiera habido toda una serie de hechos que explican lo que somos

A pesar de su título tan elocuente como engañoso, “Neruda” no es una película biográfica. Pero eso no quita para que quizá estemos ante el retrato más preciso, minucioso y, al mismo tiempo, ilusorio que el cine ha ofrecido del gran poeta chileno cuya compleja personalidad, insondable como pocas, consigue ser destilada por Pablo Larraín en un artefacto que se nutre de la sustancia lírica que impregna la obra nerudiana antes que de las vivencias del poeta.

Para ello nos sitúa en 1948, año en el que el gobierno chileno resuelve ilegalizar el Partido Comunista. Pablo Neruda, entonces senador, se verá sometido a una persecución y a un hostigamiento semejante al que viven sus camaradas, pero sin que el Estado termine de decidirse a arrestarlo. La película, de este modo, se articula sobre una sucesión de paradojas donde el mito acaba por ganarle la partida al ser humano.

- Pablo Neruda es un personaje lleno de aristas con una biografía bastante prolija. ¿Por qué eligió justamente la época que retrata en la película para aproximarse a su figura?

- Porque es fascinante lo que ocurrió en aquel 1948 con un Neruda prófugo de la justicia que, como personaje, me ofrecía las claves necesarias para hacer una película problemática, peligrosa donde cupieran registros diferentes. Aquí hay elementos de cine negro, de comedia, de road movie, de western… Y justamente esa variedad de registros me permitía una aproximación no lineal al personaje.

- Sí, porque la película si incide en algo es en las contradicciones que van configurando una personalidad insondable...

- Neruda era un sibarita. Un gastrónomo consumado, un lector empedernido de novelas policiacas, un comunista convencido, un político que estuvo a punto de llegar a ser presidente de Chile y, finalmente, un poeta inclasificable… ¿Cómo encajar esa personalidad tan desbordante en una película? Resulta imposible y, desde luego, nosotros ni nos lo planteamos. En este sentido, resulta bastante liberador cuando asumes que ese no ha de ser el camino a emprender.

- ¿Y cuál fue el camino por el que optaron?

- Más que una película sobre Neruda, quisimos hacer una obra sobre lo nerudiano, sobre su cosmos, sobre su espiritualidad y sobre aquello que nos provoca su poesía.

- En este sentido llama la atención su apuesta por construir un relato casi poético en esa suspensión del realismo por la que va optando según avanza la trama de la película.

- Cuando resolvimos hacer una película que no estuviera tan apegada a los hechos, a la realidad histórica, nos pareció interesante hacer del personaje del policía que le persigue una construcción llevada a cabo por Neruda de cara a alimentar su propia leyenda. Una leyenda que Neruda se cuidaba muy mucho de sustentar buscando en ella la grandeza necesaria que le permitiera una mejor difusión de sus ideas políticas, siempre a favor del pueblo. Pero, por otra parte, el policía también necesita de Neruda para legitimar sus acciones. Cada uno de ellos da sentido a su vida a través del otro y es ahí donde optamos por jugar con el mito de Némesis. Soy consciente que mi película tiene mucho de artefacto pues la narración lo que busca, en todo momento, es activar los mecanismos que provoquen una colisión.

- La huida de Neruda por los márgenes de la clandestinidad, que es lo que usted narra en la película, ¿diría que tuvo algo de huida de sí mismo?

- Hay una discusión histórica muy grande sobre hasta qué punto aquella búsqueda de Neruda por parte de las autoridades del Estado no tuvo algo de farsa, pues es bien sabido que el poeta, en sus andanzas clandestinas, no se privó de organizar fiestas y de visitar lugares públicos, con lo cual esconderse no es que se escondiera mucho. Yo puedo pensar que el gobierno chileno una vez ilegalizado el Partido Comunista se vio impelido a buscar a Neruda del mismo modo que eran buscados y perseguidos el resto de sus camaradas pero, a la vez, sabía que no lo podía atrapar porque, ¿qué podían hacer con Neruda en una celda? Se les hubiera puesto en contra toda la opinión pública internacional. Y eso nos conduce a una contradicción maravillosa: el policía que le persigue no puede dejar de hacerlo, pero al mismo tiempo sabe que está realizando una labor estéril.

- Uno de los aspectos en los que más incide en su aproximación al personaje es la aparente contradicción que supone ejercer de portavoz de las clases oprimidas sin renunciar a un estatus social privilegiado, algo que siempre echaron en cara a Neruda y que no deja de ser un argumento enquistado aún hoy en el discurso de la derecha, cuando pretenden denigrar a ciertos líderes de la izquierda política…

- Se trata de una paradoja, es cierto, pero tanto en el cine como en la vida no creo que haya nada más interesante que las paradojas. De hecho, como te apuntaba antes, esta es una película basada en la vinculación de conceptos e ideas en aparente contradicción, algo de lo que también se nutren mis anteriores largometrajes. Yo como director necesito de un espectador activo. Cuando veo una película que ofrece respuestas al conflicto que plantea, siempre pienso: ¿Por qué este señor no confía en mi inteligencia para resolver aquellas cuestiones con las que me está confrontando?

- ¿Qué le exige entonces al espectador?

- Más que exigirle nada le brindo mi confianza. Confío en su inteligencia, en su sensibilidad, en su capacidad emotiva. A partir de ahí trato de despertarle preguntas para que luego, cada quién, arme la película que quiera.

- En todas sus películas, si bien no de manera frontal, ha entrado en diálogo con la historia reciente de su país ¿Es algo que responde a una necesidad?

- A veces tengo la sensación de que muchas personas proyectan su mirada sobre el mundo como si tan solo contase el aquí y el ahora, como si no hubiera habido toda una serie de hechos, de acontecimientos que, para bien y para mal, explican lo que somos hoy en día. A mí el pasado me parece un prólogo del presente y por eso me encanta revisarlo, pero al hacerlo no puedo incurrir en la ingenuidad de ignorar lo que aconteció con posterioridad a los hechos que narro. “Neruda” es una película ambientada en 1948, pero a la hora de armar el relato yo tengo la ventaja de la Historia, de saber lo que pasó después de aquello, de ahí que mi manera de aproximarme a aquella realidad lleva implícita una conciencia histórica. Por lo tanto, yo mis películas las veo como artefactos históricos montados desde la necesidad de entender el presente.

(Jaime Iglesias, Gara)

No hay comentarios :

Publicar un comentario