Presidente del Consejo Supremo Amazigh de Libia
El líder electo del pueblo amazigh en Libia explica a GARA cómo levantar la cabeza en medio del caos que reina en el país. "No aceptaremos volver ser tratados como ciudadanos de segunda" asegura el alto representante desde su despacho en Trípoli
Gobierno.- "El autoproclamado Gobierno de Acuerdo Nacional no hace sino dar oxígeno a dos ejecutivos cuyo mandato expiró hace tiempo"
Paralelismos.- "Los paralelismos entre los kurdos y nosotros resultan evidentes, pero su modelo político no es extrapolable"
El edificio que acoge las estancias del Consejo Supremo Amazigh se encuentra en Gargaresh, un exclusivo barrio de Trípoli que alberga las escasas legaciones diplomáticas que aún no han abandonado el país. Sin ir más lejos, la de Gabón ocupa el edificio anexo. Pero más que por su localización o sus cuatro plantas, Elhamesi se enorgullece de que haya sido la comunidad amazigh local la que ha donado al organismo el inmueble, que es a su vez el principal centro cultural de su pueblo en la capital libia. No obstante, ni su privilegiada localización ni su versatilidad lo eximen de los cortes de luz endémicos a la capital libia. Pedimos a Elhamesi que pose para la foto antes de que el sol se oculte. Luego activamos el modo linterna de nuestros móviles para la entrevista.
- Cinco años después del final de la guerra que puso fin a cuatro décadas de mandato de Gadafi, Libia parece encontrarse cada vez más lejos de lograr la paz y la estabilidad prometidas. ¿Se libra su pueblo del desastre?
- Ya antes de que Trípoli cayera en manos de la rebelión (en agosto de 2011) iniciamos un proceso que no tiene marcha atrás. Sabíamos que llevaría mucho tiempo que las distintas facciones y sensibilidades en Libia llegaran a un acuerdo, por lo que decidimos no esperar a que se estabilizara el país y emprendimos nuestro propio camino. Una de las prioridades era la protección de nuestro territorio. Hoy contamos con unidades de defensa consolidadas en cada una de nuestras localidades y le puedo decir que éstas gozan de los mayores niveles de seguridad de todo el país a pesar de nuestros múltiples enemigos. A ello contribuye también el hecho de que constituimos una mayoría de la población en nuestras áreas; nuestra estructura social es muy sólida, principalmente porque apenas nos hemos mezclado con los árabes. Volviendo a la seguridad, quiero destacar la brigada anti-inmigración ilegal, una iniciativa pionera en Libia que ha acabado con la lacra del tráfico de personas en Zuwara, una localidad que había sido uno de los puertos principales de salida para pateras hacia Europa durante décadas.
- Otras localidades como Misrata también presumen de altos niveles de seguridad. ¿En qué se desmarcan ustedes?
- En el ámbito político hemos creado nuestra propia comisión electoral y organizado elecciones con cuotas de representación para mujeres. Resultado directo de esto es el Consejo Supremo Amazigh, del que soy presidente electo. Por otra parte, no es menos importante la normalización del tamazight (la lengua amazigh). Hemos conseguido interrumpir las campañas de arabización forzosa durante el mandato de Gadafi y hoy contamos con material escolar para los cinco primeros cursos de Educación Primaria, e incluso un departamento de Filología Amazigh en la universidad de Zuwara. Me parece igualmente destacable la labor de nuestra comisión para la revisión de los libros de texto gracias a la cual hemos eliminado valores inaceptables, así como contenidos de corte islamista que se encuentran en los del resto del país. Nuestros libros son los únicos en los que un niño puede encontrar a un libio judío, otro musulmán y otro cristiano.
- Los Gobiernos rivales de Trípoli y Tobruk coinciden en que ustedes quieren romper el país.
- Desafío a cualquiera a que lo demuestre. Eso es algo que venimos oyendo desde los tiempos de Gadafi y, desgraciadamente, se trata de una narrativa en la que coinciden ambos Gobiernos enfrentados. Tenemos la mano tendida a cualquiera que acepte la diversidad de Libia, al hecho de que se pueda ser libio de pleno derecho sin ser árabe, pero tenemos claro que no aceptaremos volver ser tratados como ciudadanos de segunda. Precisamente, ése es el legado más doloroso de las cuatro décadas que Gadafi estuvo en el poder: el rechazo al diferente: al no árabe, al no musulmán… Es algo profundamente enraizado en la psique del pueblo libio y hará falta que pasen generaciones enteras hasta poder erradicarlo.
- No obstante, no acaban de pronunciarse sobre el estatus que buscan para su pueblo: ¿Hablamos de una región autónoma amazigh? ¿Acaso de un Estado Federal como el que promulgan, por ejemplo, los kurdos de Siria?
- Seguimos con muchísimo interés la evolución en Rojava al tratarse de otro pueblo que busca su sitio entre la presión de nacionalistas árabes e islamistas. Los paralelismos entre ellos y nosotros resultan evidentes, pero su modelo político no es extrapolable porque, a día de hoy, el mapa de alianzas en Libia es mucho más difuso y complejo que en Siria. En cualquier caso, el derecho a una región autónoma propia está recogido en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU. Es cierto que no nos hemos pronunciado de forma clara en este sentido pero el de una región autónoma es un modelo que goza cada vez de mayor aceptación entre nuestra gente.
- ¿Una región autónoma que incluya la cordillera de Nafusa y la localidad costera de Zuwara?
- Es algo que debe plantearse con mucha cautela porque, entre otras cosas, hay en torno a 200.000 amazighs en Trípoli y somos mayoría en barrios como el de Gorji (al suroeste de la capital). Por otra parte está Zintán, una comunidad arabófona justo en mitad de la cordillera de Nafusa que no quiere ni oír hablar de semejante proyecto.
- El Gobierno de Trípoli cuenta con el respaldo de Turquía y Qatar mientras que el de Tobruk goza del apoyo de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Egipto, entre otros. ¿Quién les apoya a ustedes?
- Tanto dentro como fuera del país se nos olvida que Libia está en el norte de África, y no en el golfo Pérsico. Ni siquiera en Oriente Medio. Nosotros buscamos aliados en nuestros vecinos del Mediterráneo, tanto en Europa como en África. Hace unas pocas semanas nos reunimos con miembros del Movimiento Democrático para la Renovación (MDR-Tarna) de Níger, pero también con la Unión Europea. Sin ir más lejos, una delegación del CSA se reunió con altos representantes en París y Estrasburgo el pasado junio. Asimismo, el Gobierno argelino ha manifestado de forma explícita que los amazigh en Libia constituimos un activo para la seguridad en el Magreb aunque conocemos de sobra la posición beligerante de Argel hacia nuestros hermanos de la Kabilia. Pertenecemos a la cuenca Mediterránea, y es ahí donde debemos buscar a nuestros aliados naturales, sean Estados de pleno derecho, o pueblos sin Estado como el catalán y el vasco.
- El tercer Ejecutivo en liza en Libia es el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional, instalado desde el pasado mes de junio en Trípoli y que cuenta con el apoyo de la ONU. ¿Cuál es su posición respecto al mismo?
- Nunca han contado con nosotros ni nos han consultado nada por lo que no podemos ni debemos reconocer a una entidad política que no nos reconoce. Este autoproclamado Gobierno de Acuerdo Nacional, que busca superponerse tanto al Gobierno de Trípoli como al de Tobruk, no hace sino dar oxígeno a dos Ejecutivos cuyo mandato expiró hace tiempo. Libia tiene que volver a empezar de cero, con organismos nuevos y democráticos capaces de articular la voluntad de todos los libios.
- Pioneros de la democracia en Libia.
Hijo de una familia represaliada durante el mandato de Gadafi por su disidencia, Khaire Elhamesi (Zuwara, 1971) fue elegido presidente del Consejo Supremo Amazigh el 30 de agosto de 2015, en unos comicios que se hicieron coincidir con el Día de la Bandera Amazigh. Elhamesi es abogado de formación y cuenta con un Máster en Relaciones Diplomáticas. A día de hoy trabaja en la Comisión Anticorrupción de Libia.
El Consejo Supremo Amazigh que preside Elhamesi engloba a diez municipios. Los 30 miembros Ejecutivos del CSA son elegidos en grupos de tres por cada localidad: un delegado del consejo municipal (alcalde o concejal), un hombre y una mujer nombrados entre los ciudadanos. Desde hace un año los miembros del consejo se reúnen en Trípoli entre una y dos veces al mes dependiendo de las necesidades, y siempre que las condiciones de seguridad lo permiten.
El CSA celebró su primer congreso el 27 de setiembre de 2011, demandando la oficialidad de su lengua, el tamazight, en una Constitución libia que sigue sin redactarse. Los organizadores también decidieron formar comités representativos para cada una de las localidades amazigh de Libia. Ya en noviembre de 2011, Zuwara, la localidad natal de Elhamesi, presumía de ser la primera en la historia de Libia que elegía a su consistorio de forma democrática.
También llamados «bereberes» (un término que ellos consideran despectivo), los amazigh se extienden desde la costa de Marruecos hasta la orilla occidental del Nilo, en Egipto. En Libia su número se estima en torno a los 600.000, el 10% de la población. La llegada de los árabes a la región en el siglo VII inició un inexorable proceso de arabización que se aceleró durante el mandato de Gadafi. Su llamada «revolución cultural» de 1973 pasó por la prohibición de libros cuyos principios no sintonizaran con los de su «libro verde».
A pesar de los significativos avances dados por la principal minoría libia, la creciente inestabilidad en el país desembocó en la fractura entre los Gobiernos de Trípoli y Tobruk en 2014. Los amazigh se vieron forzados entonces a hacer un gesto hacia Trípoli por motivos más coyunturales que ideológicos, lo cual no les impidió seguir consolidando la estructura paralela creada en 2011.
El tercer y último Ejecutivo libio con el que ha de lidiar el CSA es el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional, un gabinete interino respaldado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fruto de un acuerdo firmado por supuestos representantes de los Gobiernos de Trípoli y Tobruk, en diciembre de 2015. Cuenta con 17 ministerios y un Primer Ministro, Fayez al Sarraj, que desembarcó en Trípoli de forma semiclandestina a finales de marzo. Únicamente cantidades millonarias ofrecidas a milicias dominantes en Trípoli como Tayuri o Kara, esta última de corte salafista, han permitido al GNA establecerse de forma provisional en el centro de la capital libia.
(Karlos Zurutuza, Gara)
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