Noventa años acaba de cumplir Fidel Castro, uno de los personajes contemporáneos de mayor relevancia histórica. La revolución cubana que él encarnó le dio visibilidad y contexto, ha sido de una influencia tremenda para varias generaciones. Entre ilusiones y desengaños, cercos económicos, bloqueos e intoxicaciones mediáticas, Cuba está presente en la realidad latinoamericana y forma parte del imaginario de muchos soñadores que se han convertido al liberalismo tras abrazarse al guevarismo, al castrismo o al socialismo caribeño con absoluta convicción y esperanza de que allí estaba el germen de lo que podía ser el auténtico cambio.
Fidel lleva diez años retirado. Todos los tópicos, todos los lugares comunes concurren para recordarle en días como hoy. Su verborrea legendaria, sus consignas revolucionarias, sus proclamas antiamericanas, su liderazgo en la defensa de lo latinoamericano y caribeño, sus intervenciones en la sede de la ONU, sus logros y sus fracasos conforman una figura única y caleidoscópica. Son tantas las imágenes que tenemos guardadas en nuestra memoria reciente, tantas horas de audiovisuales las que existen sobre sus actos, sus dichos, sus actitudes, sus políticas, que puede ser, incluso desde su retiro, uno de los mitos más influyentes por acción u omisión. De los uniformes verde oliva al chándal, la evolución de un revolucionario descendiente de gallegos que se cruzó en su vida pública con otros gallegos españoles que estaban en las antípodas de su pensamiento político pero con quienes estableció lazos de colaboración. Hoy Cuba ya no es solo Fidel. Pero Fidel sigue siendo el icono más representativo de esa Cuba soñada, envidiada, ejemplar, donde decir socialismo no es una abstracción ni un juego de palabras huecas y bienintencionadas. Felicidades, Comandante.
(Gara)
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